10/6/13

Otras mascotas

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Antes suele ser demasiado peligroso, o, al menos, excesivamente inadecuado. Pero a partir del momento en el que el tañido de la duodécima campanada de la noche se ha desvanecido por completo, Lester considera que ya es un buen momento para asir la gastada correa y sacar a pasear a su ectoplasma.

Caminan alejados de las calles principales, en un silencio hueco que hace que de repente los pasos de Lester resulten estridentes, provocando en él un movimiento tan cómico como antinatural con el que trata de avanzar amortiguando al máximo sus pisadas.

Su ectoplasma flota a su lado, a los dos metros de distancia que permite la correa, dejándose arrastrar por ella, o permitiendo que la inercia de un tirón le adelante; reflejando tenuemente la luz de las farolas, o envolviéndose en el humo de las alcantarillas, con la mirada distraída que solo puede mostrar alguien que no pertenece del todo a esta realidad.

El ectoplasma se alimenta de polvo de hueso y dientes de ajo. Titila inconsistentemente por la casa. En ocasiones se dedica a atravesar muros, suelos y techos, y otras se mantiene levitando sobre el mismo punto durante horas, como un estafermo, en el salón. Cuando se queda solo por mucho tiempo, destroza las cortinas y las paredes con rasgaduras y humedades, creando fenómenos de pareidolia. El ectoplasma es de carácter solitario, él, sí y consigo; no interfiere demasiado en la vida de Lester. Es capaz de moverse entre mundos, aunque no lo hace muy a menudo, los viajes astrales le provocan vértigos que le sacuden como un maremoto. No le gustan los ruidos fuertes. No encuentra satisfacción en el optimismo, y rara vez se acostará sin pintar de rojo las utopías del día.

En cada paseo, Lester se plantea que, en realidad, si decidiese sacar a su ectoplasma en pleno día por la Gran Vía, daría exactamente igual; es un detalle demasiado leve como para ser advertido por quien no lo esté buscando. Aun así, sabe que toda precaución es poca. Rara vez ha podido compartir el secreto de su ectoplasma. Sabe que hay demasiadas instituciones que de ningún modo tolerarían la existencia de un ente, de un espantajo inaprehensible como aquel.

Afortunadamente, en otros paseos nocturnos, Lester ha encontrado a otras personas con el mismo secreto, y de vez en cuando se llaman y quedan para que los ectoplasmas jueguen y se relacionen entre ellos. El ectoplasma de Lester es particularmente tímido, y le cuesta mucho acercarse a los demás, pero cuando gana confianza, le gusta hacer reír a los otros, y ver cómo cambian intermitentemente su color tenue, y brillan proteicos con luz pálida, en un baile de colores que más bien recuerda a unos fuegos fatuos.

Después de cada paseo, a Lester le gusta comprobar que su ectoplasma está menos distante, y fluye tetradimensionalmente enérgico por la casa; juega formando hipercubos sobre la mesa de la cocina; crea círculos de sal con el azúcar de los posos del café; y se queda, finalmente, somnoliento, mirando hacia el oeste cuando ha perdido el norte.




El pasado jueves fue la presentación de la novela "Los últimos días de noviembre" de Luis Cano Ruiz en Madrid. Una novela sobre el crecimiento personal y la reconciliación con uno mismo absolutamente recomendable. Podéis poneros en contacto con él para pedir ejemplares en: pintoresde@gmail.com. Además, este jueves 13 es la presentación del libro en Valladolid. Con que sea la mitad de buena que la de Madrid, ya vale la pena.

En la presentación del libro nos juntamos también algunos blogeros, y decidimos crear cada uno un relato usando la palabra "ectoplasma". Aquí tenéis el resultado de Catadora de saboresVértigo y Ladrón de Guevara, que ya han hecho de las suyas.